¿Luz verde?


Por: Alfredo García

La intervención extranjera en los asuntos internos en Siria dio un nuevo giro con la “mediación” del enviado especial de la ONU, Kofi Annan, ex secretario general de la alta instancia multilateral.

Un proyecto de declaración presentado por Francia en apoyo a la propuesta expuesta a principios de mes por Annan al presidente sirio, fue aprobado por los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU después de dos ásperas sesiones de discusiones a puertas cerradas y reservas expresadas por Rusia.

Entre los puntos de la propuesta de mediación de Annan se encuentra un cese a la violencia para proteger a los civiles bajo supervisión de la ONU, en todas sus formas y desde todas las partes, la paralización de los movimientos de tropas, el fin del fuego de armas pesadas y el acuartelamiento de las concentraciones militares en y alrededor de los centros urbanos.

Sin embargo, aclara que esas medidas deben ser ejecutadas primero, por el gobierno, y después, “el enviado especial buscará compromisos similares de parte de todos los grupos armados” para que pongan fin a la violencia, también bajo supervisión de la ONU.

Otros aspectos del plan tienen que ver con el acceso de la ayuda humanitaria, la liberación de prisioneros, el ingreso de periodistas al país y garantías para ejercer los derechos de asociación y manifestación pacífica.

Un controvertido párrafo dispone la revisión sobre la marcha de los seis puntos del plan de Annan “dentro de siete días” siguientes a la aprobación de la declaración, y la advertencia de “considerar nuevas medidas complementarias” si los seis puntos no son aplicados.

Aunque las declaraciones del Consejo de Seguridad no son vinculantes, a diferencia de las resoluciones que son de obligatorio cumplimiento, expertos consideran una maniobra exitosa de las potencias occidentales para legitimar la intervención en los asuntos internos sirios bajo el estandarte de la ONU. No es casual que el canciller ruso, Serguei Lavrov, haya advertido que la declaración no debe verse como “un ultimátum al gobierno sirio”.

Aun cuando las pruebas de injerencia extranjera en el conflicto sirio son inequívocas, el caso no deja de ser complejo. El autoritarismo de la dinastía Al Asad, su rechazo a escuchar las peticiones de reformas políticas y económicas, así como la represión contra el movimiento pacífico fueron caldo de cultivo para el inicio de la violencia por parte de grupos armados asesorados por servicios de Inteligencia extranjeros.

La ONU calcula que más de 8,000 personas han muerto desde el inicio de las protestas hace un año. El gobierno sirio es acusado como responsable de la violencia. La infiltración de grupos armados por la frontera con Jordania y Turquía y el confeso apoyo en armas y mercenarios por Arabia Saudita y Qatar son presentados como parte de las “protestas populares”. Sin embargo, los grupos armados responsables de convertir los centros urbanos en campos de batalla para escudarse en la población civil aparecen como “víctimas” de la represión.

Basta imaginarse qué pasaría si grupos armados en pueblos de EU, Francia o el Reino Unido, fronterizos con países vecinos, iniciaran acciones violentas en solidaridad con indignados, desempleados, indocumentados y marginados de sus poblaciones, los cuales constituyen la real oposición, para comprender la manipulación que se aplica al caso de Siria.

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