José Luis Méndez Méndez*
Uno de los negocios más prósperos en Estados Unidos, que ha enfrentado y vencido a la crisis económica actual es la explotación de la mano de obra en las cárceles tanto públicas, como privadas. Las acciones de decenas de consorcios dedicados a esta forma nueva de esclavitud mantienen sus elevadas demandas en las bolsas y siguen con tendencia al alza. El Complejo de Industria de Prisiones es una de las ocupaciones de mayor crecimiento en los Estados Unidos de Norteamérica y sus inversiones están en Wall Street.
Esta forma explotación humana en los Estados Unidos, tiene reservas inagotables en un país donde se estima hay una población carcelaria que supera a los dos millones de internos, cuya gran mayoría son negros e hispanos.
Los magnates norteamericanos que con gran visión de futuro han invertido en las industrias de las cárceles, semejan este hallazgo al del oro, en el oeste, de siglos pasados, pero más generoso.
Allí no hay huelgas, no tienen que pagar ningún seguro por desempleo, vacaciones, ni trabajo compensatorio. Los prisioneros, no tienen problemas de llegar tarde o faltar por algún problema familiar. Es más, si la paga de 25 centavos por hora no les conviene y se niegan a trabajar, son encerrados en el “hueco” hasta que recapaciten.
Esta fuente ilimitada de trabajo se sustenta en más de dos millones de reos que abarrotan las cárceles estatales, federales y privadas. De acuerdo al California Prison Focus: «ninguna otra sociedad en la historia humana jamás ha encarcelado a tantos de sus propios ciudadanos». Las estadísticas revelan que Estados Unidos tiene más del 25 por ciento de todos los presos en el mundo, pero solamente el 5 por ciento de la población mundial.
Entre 1972 y el 2000, Estados Unidos, para alimentar la pujante industria carcelaria, aceleró la “producción” de internos. Pasó en menos de tres décadas de 300 mil a 2 millones de hombres y mujeres disponibles. Pero entre 1990 y el 2000 en una década el sistema alimentó a esa explotación con 1 millón de encarcelados.
Esta sobreproducción excesiva impactó el entonces floreciente negocio de las cárceles privadas. Hace 10 años había cinco prisiones privadas en el país, actualmente son más de 100 con 62 mil camas ocupadas por prisioneros. Se espera que durante esta década llegue a las 360 mil camas. Es la meta.
Un observador de este fenómeno expresó: «La contratación derivada de prisioneros para trabajar fomenta incentivos para encarcelar gente. Las prisiones dependen de estos ingresos. Los accionistas de corporaciones que se lucran con el trabajo de los prisioneros cabildean para que se alarguen las condenas y expandir su fuerza laboral. El sistema se nutre a sí mismo», indica un estudio del Partido Laboral Progresista.
Esta industria multimillonaria de fábricas y maquilas carcelarias tiene sus propias exhibiciones comerciales, convenciones, catálogos para hacer pedidos por correo y por Internet.
De acuerdo al Left Business Observerla Industria Federal de Prisiones produce el cien por ciento de todos los cascos militares, porta municiones, chalecos blindados, tarjetas de identificación camisas y pantalones, carpas, fundas y cantimploras. Además del material de guerra, los trabajadores de las prisiones producen el 98 por ciento del mercado entero para servicios de ensamblaje de equipos, el 93 por ciento de las pintura y pinceles de los pintores, el 92 por ciento de todos los servicios de armar cocinas, el 46 por ciento de todas las armaduras personales, el 36 por ciento de todos los utensilios caseros, el 30 por ciento de los audífonos micro- altoparlantes, el 21 por ciento de todos los muebles para oficina y viviendas, hasta crías de perros guías para ciegos, están produciendo en las cárceles. Estos niveles de producción se incrementan con el tiempo y prácticamente abarca toda la diversidad de demandas.
Sobre esta realidad ampliaremos.
* Es autor del libro El Corredor de la Muerte en Estados Unidos.
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