Por: J. M. del Río
Se cumplieron 64 años de la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos por parte de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas. Resulta significativo que los gobiernos de algunos países, donde ni la letra ni el contenido de esta Declaración se cumplen, intenten convertirse en paladines de su esencia y pretendan actuar como jueces universales y verdugos de los países, que según ellos violan estos principios.
EE.UU., autotitulado “supremo inquisidor” con derecho a indagar, verificar y a comprobar lo que hacen todos los demás países del mundo en materia de Derechos humanos, tráfico de drogas, terrorismo, ejercicio de la democracia, intercambio comercial, uso de la energía atómica y en fin de cualquier actividad humana (y hasta divina) que se realice en cualquier lugar del universo (que no incluye su propio territorio), es quien emite el “certificado de buena conducta” que autentica si lo que un país está haciendo es correcto. Los gobiernos que no obtienen ese “certificado de calidad” son algo así como parias, delincuentes internacionales, violadores de normas, viles seguidores de Satanás que deben ser excomulgados, repudiados y apartados del concierto internacional, inclusive utilizando la más brutal y deshumanizadora fuerza si fuese necesario.
Cuba aparece en esa lista de apestados desde el mismo 1ro de enero de 1959. La tiranía militar que agobiaba y oprimía al pueblo de Cuba antes de esa fecha no estaba incluida en ese inventario de violadores, porque aquellos eran sus acólitos, que contaban con asesoramiento de sus diplomáticos y sus consejeros militares y civiles y además eran furibundos anticomunistas, aval más que suficiente para recibir el “certificado de buena conducta”.
Los barbudos seguidores de Fidel Castro, que con el apoyo de la inmensa mayoría del pueblo expulsaron a los batistianos y a sus secuaces y patrocinadores, no podían recibir ese certificado de buena conducta, porque desde el mismo 1ro de enero de 1959 plantaron rodilla en tierra y proclamaron el derecho del pueblo de Cuba a su plena independencia y a la soberanía nacional, “con todos y por el bien de todos”, como proclamó José Martí, nuestro Héroe Nacional. En consecuencia la calumnia se ha mantenido hasta el sol de hoy y por obra y gracia del sacrosanto gobierno de los EE.UU., a Cuba se le endilga el calificativo de “violador de los Derechos Humanos”.
Lo que ha hecho el Gobierno Revolucionario por el pueblo en las áreas de salud, educación y asistencia social no cuenta. Los 39 mil colaboradores en el campo de la atención médica que actualmente prestan su asistencia en 65 países, tampoco cuentan. La formación totalmente gratuita por parte de nuestras universidades de más de 15 mil médicos de diferentes latitudes, principalmente proveniente de países del tercer mundo e incluso del llamado primer mundo como por ejemplo de las comunidades pobres de los propios EE.UU., no son argumentos de fuerza para los jueces del imperio. Tampoco lo es el hecho que con el método “Yo si puedo”, desarrollado por especialistas cubanos se han alfabetizado millones de personas en América Latina, Asia, África y Europa. No califica para los inquisidores el hecho de que en Cuba, sobrepasando con creces lo enunciado en el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con un sistema único y universal, la asistencia médica (desde la más simple consulta hasta la más complicada y costosa operación) y la educación (desde el pre-escolar hasta la universidad, incluyendo escuelas e institutos de arte y de oficios) se imparten de forma gratuita por todos los cubanos sin importar procedencia social, edad, color de la piel, sexo, creencias religiosas o políticas.
Tampoco es reconocido por los inquisidores el hecho de que millones de personas en América Latina, el Caribe y en nuestro propio país han recuperado la vista, mediante la llamada “Operación Milagro”, donde los oftalmólogos cubanos, como cuenta el evangelio que hizo Jesús, dieron su toque milagroso a personas humildes y de escasos recursos, que habían perdido la esperanza de volver a ver o de mejorar su calidad de vida con una visión corregida.
Ninguno de estos irrefutables ejemplos parecen ser válidos para nuestros inquisidores; pero eso no es lo más importante. Lo que si es significativo para nosotros es que los jueces que más respetamos y que en definitiva son los que hacen las revoluciones: los pueblos, esa masa que se amplía por días, ya dio su veredicto. Fidel barrunto en el juicio por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes “que la historia lo absolvería”. Pienso que ya Fidel y la Revolución cubana han sido absueltos por la historia y por los pueblos.
¿Quienes son los violadores de los Derechos Humanos, los que luchamos por la vida, por el mundo mejor al que todos aspiramos o los que con su irracional y absurda actuación se oponen a ese principio? Busque más ejemplos objetivos, analice y llegue a conclusiones. Los invito a pensar con cabeza propia.
Los opositores internos y sus mentores en el extranjero se quedaron una vez más con las ganas; fracasaron sus planes de organizar un espectáculo que por mínimo que fuera trascendiera, que fuera divulgado de forma magnificada como prueba inequívoca de que en esta fecha el pueblo cubano protesta por la represión a la que está sometido.
Al no suceder nada, la contrarrevolución miamense siente hoy desaliento y apatía, lo cual ha venido incrementándose a partir de la victoria del Presidente Obama en las pasadas elecciones. Recibirán otras nuevas navidades con malas noticias.
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