Por: J. M. del Río
Hace unos días recibí en mi casa la inesperada visita de un amigo del barrio que hace unos 15 años decidió emigrar a los EE.UU., donde desde hacía un tiempo se encontraba su madre. Su padre, hermanos por parte de padre y otros familiares quedaron en Cuba.
Esta “película” la he visto muchas veces con diferentes actores. Este joven no emigró por razones políticas. Lo conozco desde que era un niño. Jamás lo escuché proferir pronunciamientos contra la Revolución. De niño cursó la escuela primaria y la secundaria con sus atuendos de pionero[1] y alguna que otra vez que fui al matutino de la escuela a ver a mis hijos y lo vi efectuando el saludo pioneril, con su mano extendida frente a su cara y pronunciando la conocida frase: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”.
Digo estos para que los amables lectores se sitúen en el escenario de la cotidianidad cubana. Los emigrados cubanos que nacieron después del triunfo de la Revolución, seguramente recordarán estas vivencias, algunos con agrado, otros quizás con un poco de temor porque estas realidades se conozcan en el ambiente que los rodea (sobre todo los que se han establecido en algunos lugares de los EE.UU.), donde un grupo reducido de facinerosos ha tratado de implementar la Ley de la selva y los han querido convertir en “exiliados políticos” que por decisión de esos pretendidos “lideres del exilio” deben rechazar todo lo que provenga de su país de origen, de su querida Cuba, sobre todo si tiene algo que ver con el Gobierno revolucionario.
Los habrá también que por convicción “anticomunista” o por “mareo propagandístico” consideren que esas experiencias que les toco vivir, les fueron “impuestas” por el Gobierno cubano. De todo hay en la viña del Señor y cada cual tiene derecho a pensar a su manera. No es este el caso de mi amigo.
Tampoco puedo decir que se trata de un activo defensor del proceso Revolucionario cubano. No lo era cuando estaba en Cuba. No lo es ahora. Se trata simplemente de uno de los tantos miles de cubanos que reside en los EE.UU., que tiene familiares queridos en Cuba, que aprovecha cualquier espacio que se le presente para venir a visitarlos, que tiene amigos en Cuba, algunos convencidos defensores de la Revolución como yo, “castristas” como dirían algunos elementos contrarrevolucionarios en el Sur de la Florida y otros que no lo son, pero que están en su país.
Me saludó cariñosamente, como siempre lo hacía cuando estaba en Cuba y luego de intercambiar los consabidas preguntas sobre la salud, la familia y temas afines, pasó directo a preguntarme – “porque tú debes saber sobre estas cosas”- lo concerniente al tema de las modificaciones de la Ley de Migración. Aunque no estaba particularmente preparado para brindar una conferencia sobre el tema, le dije que la prensa escrita, la radio, la TV y las páginas Web de las instituciones involucradas, están divulgando con mucho detalle lo relativo a estas modificaciones y lo invité para que a su regreso a los EE.UU. accediera a los portales de todos esos medios e instituciones cubanas, en busca de respuestas a sus interrogantes.
Me comentó que tenía muchas dudas sobre lo que el Gobierno cubano pretendía con esa Ley. Que en el Sur de la Florida se decían muchas cosas negativas y aunque él sabía que atacar al Gobierno Cubano es la norma por parte de algunos recalcitrantes, el quería estar seguro de que no se trataba de una medida del Gobierno Cubano que podía ser cambiada en poco tiempo.
Dijo que la Congresista Ileana Ros había declarado que la “reforma migratoria cubana se queda corta, porque a su juicio el régimen castrista sigue restringiendo las libertades básicas” y que por su parte Marco Rubio, otro Congresista, había expresado que el Gobierno cubano “seguiría seleccionando quienes pueden entrar o salir de su país”, aunque admitió que estos personajes de la política estadounidense, connotados “anticastristas”, no eran de confiar cuando hablaban sobre Cuba, porque su misión era criticar al Gobierno Cubano.
Mi amigo hizo otras preguntas y comentarios, que me dieron una visión aproximada sobre el ambiente de expectativa que viven los emigrados cubanos en el Sur de la Florida y por extensión en los EE.UU. y en el resto del mundo.
Por sus comentarios e interés pude apreciar que al menos en el círculo en que él se desenvuelve, los emigrados cubanos mayoritariamente apoyan la promulgación de la Ley Migratoria cubana, porque consideran que favorece la reunificación familiar; que las organizaciones contrarrevolucionarias radicadas en el Sur de la Florida, la extrema derecha y los congresistas de origen cubano tratan por todos los medios a su alcance de minimizar los efectos positivos de la nueva Ley, sobre todo en el aspecto en que favorece los lazos familiares y de los emigrados con su país y que con el paso dado por el Gobierno cubano, que entró en vigor el pasado día 14 de los corrientes, pierden un arma importante que han estado empleando para difamar a Cuba y a su Revolución.
Antes de concluir lo invité a que en su próximo viaje a Cuba me visitara nuevamente y le dije que no le iba a pedir que confiara en lo que yo le estaba explicando sobre la nueva Ley, que más bien observara atentamente lo que iba a suceder a partir de ahora, que reflexionara por si mismo y llegara a sus propias conclusiones, que para eso lo único que tenía que hacer era darle seguimiento a la verdad y discriminar por absurdas e incongruentes las falsedades que, bajo la supervisión de algunas agencias del gobierno de los EE.UU., proliferan en el Sur de la Florida y determinados medios se ocupan de “rebotar” por todo el mundo, sobre todo lo que se hace en Cuba.
[1] Miembro de la Organización de Pioneros.
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