Por: J. M. del Río
El pasado 3 de febrero el pueblo cubano concedió a los candidatos propuestos, con su voto masivo, libre y democrático, la distinción de representarnos en las 15 Asambleas Provinciales y en la Asamblea Nacional del Poder Popular. Los que se han endilgado el título de fiscalizadores y jueces de lo que sucede en nuestro país, tal vez aprendan con las lecciones que nuestro pueblo les ha impartido con los resultados de las elecciones municipales el pasado mes de octubre y con los de estas elecciones ahora. Por nuestra parte nos queda la satisfacción de que una vez más se ratifica la máxima que dictamina que “el poder del pueblo, ese si es poder”.
Las lluvias ligeras y el frío caribeño en algunos lugares del territorio nacional, no hicieron mella a la asistencia popular a las urnas ubicadas en los 29,957 colegios electorales constituidos en el país. Tuve el privilegio de trabajar como Presidente de uno de los colegios electorales de la circunscripción donde resido, integrado además por una compañera que ejerció como secretaria, otra como vocal y dos compañeros que actuaron como suplentes y para información de quién no lo sepa: por este trabajo no se recibe remuneración, nuestro aporte es voluntario.
Unos turistas provenientes de un país europeo de vacaciones en Cuba, visitaron nuestro colegio y, con la curiosidad del que evidentemente está desinformado sobre lo que acontece en Cuba, se interesaron por los procedimientos electorales que se aplican en nuestro país. Lo primero que les llamó la atención fue que las urnas estaban custodiadas por dos niñas pioneras, de la escuela primaria, con sus uniformes de saya color marrón, blusa blanca y pañoleta blanca y azul. “¿Cual es la función de ustedes?” -preguntó una de las visitantes en un español algo enrevesado-. Y una de las niñas, con tremenda disposición y seguridad, respondió: “Estamos cuidando las urnas. Velamos porque las personas depositen sus boletas en la urna que corresponde. Son dos boletas: una verde para los diputados a la Asamblea Nacional y una blanca para los Delegados a la Asamblea Provincial y hay algunas personas, sobre todo los más viejitos que se equivocan. También custodiamos las urnas para que no se cometan fraudes, aunque eso aquí no sucede. ¿Quiere saber algo más?
Los turistas se quedaron boquiabiertos con aquella esclarecedora respuesta y debo confesar que los que fuimos testigos de la conversación, sentimos una sacudida de emoción al percatarnos que el relevo está garantizado. Posteriormente los visitantes quisieron conocer otros detalles sobre el proceso electoral y cortésmente los invite a movernos hacia un área donde no se perturbara el movimiento de los electores, cuyo flujo se había incrementado en ese momento.
Preguntaron sobre muchos temas en los minutos que pude atenderlos. Les había alertado que no podía dedicarles mucho tiempo porque tenía funciones que cumplir como Presidente del Colegio. Sobre los candidatos, cuyas biografías y fotos estaban colocadas a la entrada del colegio electoral, les explique que conjuntamente con los otros nacionalmente propuestos, reflejaban la diversidad de la sociedad cubana. La que se va a elegir será una Asamblea Nacional que se va a parecer mucho al país que tenemos, con una representatividad muy amplia, con la incorporación de representantes de distintos sectores sociales y de muchos jóvenes a las funciones de gobierno. Les expliqué que en la Cuba revolucionaria, jamás se ha aprobado una sola ley sin que hayan opinado antes miles de ciudadanos en reuniones de todo tipo, libres y abiertas. En mi explicación no hubo intensión alguna de convencer a nuestros amigos visitantes de que nuestro proceso electoral sea el mejor del mundo. Lo que hice simplemente fue exponer nuestras realidades, hablarles a corazón abierto, sin tapujos, aceptando que no todo es óptimo y que todo es perfectible, incluyendo en eso nuestro sistema electoral.
Para los que actuamos como autoridad electoral fue un día de mucha actividad. Abrimos el colegio a las 6 de la mañana, se colocaron los listados de electores, las biografías y fotos de los candidatos correspondientes a nuestro distrito, las muestras de las dos boletas para que sirvieran de guía a los electores y las dos urnas flanqueadas por los símbolos patrios: la bandera y el escudo. A las 7 de la mañana invitamos a los electores presentes a servir de testigos y en su presencia inspeccionamos y sellamos las urnas. Acto seguido entonamos las notas de nuestro himno nacional, los pioneros ocuparon su posición e inmediatamente el primer elector ejerció su derecho al voto. En nuestro colegio lo hicieron el 91,9 % de los electores inscriptos, a los cuales se le adicionaron otros electores que se encontraban en nuestra zona de residencia de visita temporal.
A las 6 de la tarde cerramos el colegio según lo dispuesto e invitamos a las 7 personas presentes en ese momento, a servir de testigos de la apertura de las urnas y del escrutinio de los votos, proceso que duró unas 2 horas y que se realizó con total transparencia. Se levantó el acta del procedimiento con los resultados del escrutinio, que fue firmada por los 5 miembros de la mesa y los 7 testigos y posteriormente entregamos la información y toda la documentación a la instancia electoral superior. Fue una jornada feliz que nos insufla mucho optimismo, a lo que debo sumar la alegría que nos produjo a todos cuando vimos el reportaje de la TV, informando el momento en que el Comandante en Jefe Fidel Castro ejercía su derecho al voto, en el colegio electoral No 1, Zona 13, Circunscripción 13, Municipio Plaza de la Revolución en La Habana; mientras que Raúl lo hacía en el colegio electoral No 2, circunscripción 2, del Municipio Segundo Frente.
Nosotros, los que asumimos las funciones de autoridad electoral en este colegio, y los 149,780 compañeros que trabajaron en los 29,956 colegios electorales restantes, fuimos testigos de primera mano de este entusiasmo popular. No se deje guiar por los agoreros del imperio, los que reciben su mesada para predecir males y desdichas, los que no saben contar, los que ilógicamente e irracionalmente piensan que ellos hablan en representación del pueblo y no hacen otra cosa que cacarear sandeces (con perdón de las gallinas) para beneplácito de sus mentores.