Por: Sheila Barros Fals
No pasaste dolores de parto, ni me cargaste en tu vientre por nueve meses; pero sí lloraste mucho cuando nací y te desvelas por mí cada vez que lo necesito. Eres ese hombre gigante al que solo las nubes pueden retar con su altura. En ti, siempre he encontrado los mejores y más sinceros valores humanos. Con solo mirarte sé si voy por buen camino o no.
Tus profundos ojos inspiran confianza y a la vez respeto. Jamás se me ha ocurrido mantener la mirada fija en tus ojos cuando no tengo la razón, pues solo lágrimas invaden mi rostro.
Por el amor y el ejemplo que me has dado y que aún hoy me sigues regalando, he aprendido a ser la mujer responsable de la que puedes sentirte orgulloso. Nunca logro dejar de emocionarme cuando escribo o hablo de ti.
En tus brazos es donde encuentro el consuelo y la comprensión, por eso hasta ellos quiero correr para regalarte el beso que me das cada noche antes de dormir; y dedicarte, como muchas personas hoy lo harán con sus padres, las felicidades y las gracias más sinceras por ser mi papito del alma, mi ángel guardián, el hombre más extraordinario del universo.
Fuente: http://www.radionuevitas.icrt.cu/index.php/noticias/nuevitas/830-a-ese-hombre-que-llena-mi-vida.html
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