LOS QUE VUELVEN


Por: Eduardo Del Llano

El domingo 24 vi a Tanya en el Bertolt Brecht, como invitada de Osamu. Cantó tres temas: El desierto y el mar, Sobreviviendo y, naturalmente, Ese hombre está loco. La reacción del público habanero al reencontrarse con la cantante, voz líder del Monte de Espuma de Mario Daly y más tarde solista notoria, allá por los noventa, fue casi orgásmica. Y, naturalmente, todo el mundo se sabía las canciones.

Estuve presente la noche, hace ya algunos años, en que Raúl Torres, recién repatriado, cantó tímidamente algunas piezas en una peña del Fresa y Chocolate. Empezó con un par de canciones compuestas en España, que el público recibió razonablemente bien… hasta que se lanzó con Se fue. De pronto, chicos de quince años que no lo habían visto en su vida conocían la letra y la cantaron con él, y Raúl, que no podía creer lo que veía, me miró con los ojos muy abiertos, descubriendo de esa manera y tras tantos años de ausencia que su obra era parte del patrimonio musical de la nación, no por decreto ni como resultado de una campaña promocional, sino suave y dulcemente como la canción misma.

No se puede seguir viendo como algo ajeno y peligroso el arte y el pensamiento cubanos que no están en Cuba. Es cierto que la relación con los artistas emigrados –y con los emigrados en general, pero ahora hablo de un grupo social concreto– se ha flexibilizado en los últimos tiempos. Por lo menos, con una parte de ellos. Ahora bien, durante muchos años fueron tachados de traidores, sus méritos artísticos y humanos menospreciados y su existencia misma ignorada como si nunca hubieran existido. Las huellas de su paso –libros, discos, videos– desaparecían de la noche a la mañana. La frase clave era hizo declaraciones: aquello significaba que una vez afuera tuvo la osadía de criticar al gobierno y al sistema, por consiguiente no volvía a mencionársele en los medios oficiales.

Me parece estupendo que artistas emigrados regresen a trabajar acá, bien de manera definitiva, bien –como en el caso de Tanya– metiendo primero el dedo gordo antes de considerar siquiera la posibilidad de zambullirse en aguas oscuras. Cada uno tiene sus razones para hacer lo que hace, como las tuvo para marcharse, y tengo por bajo y miserable juzgar lo que se desconoce. Lo importante es que vuelven, que quieren y pueden trabajar aquí después de décadas en que no fue posible. No es difícil enumerar muchas figuras grandes y pequeñas –Celia Cruz tal vez la más conspicua– que no tuvieron la posibilidad de actuar una vez más para su público en su país, que no pasaban –y en demasiados casos no pasan aún– por la radio o la TV nacionales. Como si solo inocuos y correctos tuvieran derecho a ser llamados artistas cubanos.

Kelvis Ochoa, Claudia Rojas, Raúl Paz, Mabel Roche y Lili Rentería, Habana Abierta, Los Orishas, Descemer Bueno, Reynaldo Miravalles, El médico, Issac Delgado, Xiomara Laugart, Iván Latour, Tanya… hay un montón de artistas –músicos, actores, escritores– que vuelven, al menos una vez, para probar el sabor del aplauso en el patio. Por suerte, nos necesitan y nos recuerdan tanto como nosotros a ellos. No importa si han tenido éxito afuera, y de qué calibre; ni siquiera si son hijos pródigos o no. Son hijos, y eso basta.

Fuente: Capitulo Cubano

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