Por: Harold Iglesias Manresa
No se por qué Roma siempre destila un aura de grandeza y en esta ocasión las cábalas se conjugaron con una exactitud insospechada. Recién había disertado nuestro único recordista mundial vigente el saltador de altura Javier Sotomayor sobre la posibilidad de ver caer sus primacías, fijadas en 2.45 (aire libre) y 2.43 (pista cubierta) y convencido estoy de que, como siempre suele hacer, estuvo pendiente a la competencia de salto e altura.
Y está vez fue el catarí Mutaz Essa Barshim quien le enervó hasta la médula, pues superó el listón sobre 2.41, para emular en la temporada con el ruso Ivan Ukhov y superar al ucraniano Bohdan Bondarenko (2.34) y el estadounidense Erick Kynard (2.31). Ahora, los tres saltadores con mayores perspectivas de hacer temblar la varilla en la actualidad atesoran en algún momento dicho registro desde que dieron la clarinada en el 2013.
Yo prefiero continuar parafraseando al Soto: “Tienen calidad todos, hacía rato no se conjugaban varios saltadores a ese nivel, y esa rivalidad es un elemento motivacional fuerte. Son cinco centímetros que pesan muchísimo, pero nunca pensé que mi récord perduraría por siempre. Si cae, estaré preparado para asumirlo.”
Lo cierto es que en las proximidades de la Fontana de Trevi, en el mismísimo estadio Olímpico de Roma, se mojó de la dádiva de los dioses la pertiguista Yarisley Silva. Desterró el grisáceo estreno de Doha (segunda con 4.53) a la espalda de la griega Nikoléta Kiriakopoúlou (4.63) y se encaramó en la cima de la carrera por el diamante con seis unidades, además del top de temporada al aire libre fijado en 4.70 y relegando los 4.67 de la estadounidense Jennifer Suhr.
Otra clarinada que da fe de la consagración y estabilidad de Yarisley como una de las mejores garrochistas del momento. En la capital de Italia se hizo escoltar de las germanas Lysa Ryzih (4.60) y Silke Spiegelburg (4.50), esta última comandando un grupo de cinco con la misma altura, solo que en menos intentos.
Su secuencia la inició sobre 4.40, luego se adjudicó los 4.50 en el segundo intento, antes de ir por 4.60 sin miramientos, y vencer in extremis a la tercera los 4.70.
El saldo antillano fue de un oro, una plata y dos bronces, pero tras la victoria de Yarisley los mayores aciertos y de paso mensajes a sus posibles rivales en Eugene, Estados unidos, sede del mundial juvenil del 22-27 de julio corrieron a cargo del triplista Lázaro Martínez y la ochocentista Sahily Diago.
El primero, acuña los pensamientos de todos los entendidos que lo presagian como uno de los grandes en el futuro. Luego de culminar segundo en Shangai (16.76) cargó con todo en sus pinchos para superar por cuarta ocasión en el año los 17 metros con 17.04 que se unen a esos descomunales 17.24, 17.11 y 17.06. Ese estirón le mereció la tercera plaza, al acecho de los estadounidenses Will Claye (17.14) Christian Taylor (17.11).
Justo ahí aflora
Otro elemento de interés es el hecho de que en ambas fases del circuito se les ha encarado a los mejores, pues además de los norteños ha visto al ruso Lyukman Adams, los italianos Danielle Greco y Fabricio Donato y su coequipero Ernesto Revé, sexto con 16.86. De ahí que el dueño absoluto del escalafón juvenil, con la decena de marcas cumbres, las tenga todas consigo.
En esa misma cuerda de despeje de dudas situamos a Sahily, de quien estoy convencido se hablará muchísimo. El rayo de luz lo dio con ese 1.57.74 del Barrientos que quebró la añeja cota de 1:58.77 anterior de Ana Fidelia Quirot. Bien, ahora desafió a la monarca del orbe, la keniana Eunice Jepkoech (1:59.49 minutos), a quien le pisó la sombra todo el segmento (2:00.01).
Fortaleza sitiada para la Jepkoech en el primer avance de Sahily en una gira de nivel supremo. Pasos certeros de la discípula de Frank Ayala, quien no se equivocó cuando se acercó a ella por primera vez en Santiago de Cuba como parte de unos juegos Escolares. Apenas atesoraba entonces 13 abriles y de cara al Mundial aún puede mejorar su braceo, ataque y salida de la primera curva, antes de carburar tras la primera de las dos vueltas al óvalo, donde carbura y aflora su contundencia, basada en las potencialidades de sus capacidades anaerobia y aerobia.
En definitiva el saldo de nuestra comitiva con seis atletas fue bien favorable: un cetro, un subtítulo y dos bronces, el otro a la cuenta de la también triplista y guerrera Mabel Gay (14.38). Eso sí, además del misticismo que sopesa la atmósfera romana, el Memorial Primo Nebiolo sirvió para movernos entre la consagración y el despeje de dudas.
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