Seguridad ciudadana en Cuba: Verdad irrefutable


Por:Camila Oliva

La Declaración Universal de Derechos Humanos –documento resucitado continuamente a favor de conveniencias, o a veces, simplemente ignorado- recoge que todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; por lo que, cuando sobre seguridad ciudadana se habla, se hace alusión a la obligación del Estado de garantizar el derecho a la vida, a la integridad física, a la libertad, a las garantías procesales y al uso pacífico de los bienes.

No resulta sorprendente que este tema haya servido, en no pocas ocasiones, como punta de lanza de campañas mediáticas enfiladas hacia uno u otro Estado del orbe. Una y otra vez, términos, ideas y usos se reciclan en función de satisfacer los afanes de quienes pretenden, en pleno siglo XXI, controlar y disponer del mundo a su antojo.

Seguridad al servicio de la protección ciudadana

La Cuba pre-revolucionaria era un paraíso para los turistas, pero un infierno para la población. La Habana, centro internacional de la mafia, era ciudad de capos, delincuentes asalariados por el Gobierno y corrupción institucionalizada. En esta época, un cuarto de la población era analfabeta y el porcentaje de niños que estudiaban era más bajo que en los años 20. En 1954 el 15 % de las casas de la ciudad y sólo el 1 % de las del campo tenían baño. Al mismo tiempo, menos de 30 000 propietarios poseían el 70 % de los terrenos agrícolas; mientras el 78.5 % de los campesinos ocupaban sólo el 15 % del total, y el latifundismo era aún más claro en el cultivo de caña, donde 22 grandes propietarios poseían el     70 % de las tierras cultivables.

El “largo régimen” que desde 1959 “asfixia” a la nación –como tienden a repetir los medios que sientan la pauta en la propaganda anticubana- vino justamente a poner fin a toda esa época de supuesta bonanza. No sólo descabezó a las organizaciones del crimen organizado, sino que situó en el centro de su política, como núcleo fundamental, a los hombres y mujeres comunes del pueblo, para que pudieran formar parte del trabajo por su desarrollo social, cultural y económico, bajo el principio del derecho para todos, de justicia social y de equidad.

Asediado, agredido y bloqueado hace medio siglo, el pequeñito país llamado Cuba, hogar de poco más de 11 millones de habitantes, ostenta sin alardes índices de calidad de vida similares a naciones poderosas y desarrolladas.

La política gubernamental aplicada para el enfrentamiento del delito, en todas sus variantes, ha dado óptimos resultados, dado el enfoque en la prevención social y la participación de las organizaciones de masas y la sociedad civil en el combate. En Cuba no existen temibles bandas o pandillas juveniles. Los casos de asaltos a oficinas públicas, bancos o negocios particulares suenan inmensamente ajenos a esta realidad; al tiempo que los índices de homicidios por armas de fuego, están entre los más bajos del mundo. La presencia de niños en las calles pidiendo limosnas es impensable y el consumo de drogas prohibidas es sumamente bajo.

En el 2012, Elías Carranza, funcionario de la ONU para la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente, declaró que Cuba, con grandes logros en la reducción de la criminalidad, era la nación más segura de la región y no presentaba la grave situación de violencia que caracteriza al continente. En este propio año, el representante de la Unicef en Cuba expresó que la Isla constituye un paraíso para la niñez y que el mundo debería mirar más hacia este país, del cual se tiene mucho que aprender.

Dos años después, la Organización Panamericana de la Salud afirmó que el modelo de atención sanitaria en la nación caribeña constituye un ejemplo de cobertura universal; mientras, hace apenas unos días, la ONG Save the Children clasificó a Cuba como uno de los mejores Estados de América Latina para que una mujer sea madre, situándola en la posición 40 de 179 países, en base a una serie de criterios como salud materna, educación, nivel de ingresos y estatuto de las féminas.

Cuestión de percepción: Desmontando mitos

En materia de Seguridad Ciudadana, en gran medida lo que cuenta, más allá de la realidad objetiva, es la percepción del fenómeno, las ideas que hayan sido trasladadas.

Los imperios mediáticos continúan construyendo y controlando la realidad de manera que lo presentado por estos, se asume finalmente como la verdad. En el mundo globalizado, los patrones de referencia para juzgar están ya preestablecidos. El imaginario colectivo se moldea y perfila, en este y otros tantos temas, hacia modelos europeos, especialmente hacia la fisionomía de los países nórdicos.

En la última década, la criminalidad y la inseguridad ciudadana han sido, no obstante, un fenómeno en alza en prácticamente todas las regiones del planeta, puesto que las denuncias de actos criminales han aumentado significativamente en el ámbito global.

Hace apenas dos años, estadísticas de la Unión Europea revelaban que Suecia, Bélgica, Dinamarca, Finlandia y Alemania lideraban el ranking de mayores delitos y faltas en el contexto de la Eurozona.

Suiza, considerado como uno de los países más seguros del mundo, lideraba durante el 2013 el número de robos en proporción a su población, y cada ocho minutos, una casa o un apartamento eran robados, representando una alarmante proporción de 932 hurtos por cada 100 000 habitantes. Dinamarca registraba estadísticas no mucho mejores, pues eran cometidos 805 actos de esta índole por cada 100 000 habitantes. Finalmente en Grecia y Bélgica se identificaban cifras de 700 y 600 sucesos delictivos, según datos la Oficina Europea de Estadísticas.

Contrariamente, los países islámicos, estigmatizados por los grandes medios occidentales por la presencia de terroristas suicidas,  exhiben índices de peligrosidad entre  los más bajos del mundo. En tanto, curiosamente, se hace más seguro vivir en países como México, con altas cifras de asesinatos y presencia de cárteles de la droga,  que en Suiza, Dinamarca o Canadá, pues en estas “tranquilas” naciones, hay tantos suicidios, que el índice de peligrosidad basado en este indicador, puede llegar a ser tan o más alto que en países conocidos por su inseguridad. Es así que las ciudades y países considerados como los más felices del mundo, son también los que registran las tasas más elevadas de suicidio, entre ellos Estados Unidos, Islandia, Irlanda o Suiza.

Pese a todas las evidencias, aún el tema de la Seguridad Ciudadana es uno de los tópicos más manipulados en el mundo, y su credibilidad continúa estando en la percepción que del asunto transmitan las grandes transnacionales de la información.

La seguridad de cada uno de los ciudadanos en Cuba es una conquista de la Revolución por la que debe luchar nuestro pueblo junto a sus autoridades, mas ninguno de estos argumentos es realmente valedero, hasta que se comprueba por uno mismo que son ciertos. Basta probar andar sin más tropiezos por una calle de La Habana a cualquier hora; basta tomar un taxi desprovisto de la terrible posibilidad de un secuestro; basta dejar las puertas de los autos sin seguro, por no temer que en un semáforo cualquiera, puedan sacarte todos tus bienes materiales o la vida.

En la actualidad, esa expresión de seguridad ciudadana se confirma además en el arribo de visitantes al país, quienes llegan con la certeza de la tranquilidad que habita en la Isla. Los datos una vez más se hacen eco de esta verdad, pues sólo en los dos primeros meses de 2015, las cifras de turistas internacionales ascendió a 731  299.

Quizás la Isla no sea el país más seguro de todo el orbe; pero mientras exista un modelo de Gobierno socialista, el Estado, sus instituciones y el pueblo, trabajará incansablemente porque tanto sus habitantes como quienes nos visiten, se sientan completamente protegidos y seguros para disfrutar la paz conquistada hace ya 56 años.

 

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