

La puertorriqueña Melissa Mark-Viverito, de 45 años, presidenta del Consejo Municipal de Nueva York, tenía una tarea autoimpuesta, entre las múltiples que desarrolla, como la primera hispana en el segundo cargo más importante de la principal ciudad de Estados Unidos. Su agenda diaria con un estilo progresista, está enfocada hacia las comunidades.
Se dirigió a la Arquidiócesis de NY, que atiende a la región con amplia presencia latina, como East Harlem y El Bronx. No le garantizaron que podrían. Tampoco sería posible en otras actividades oficiales.
Luego conversó con un conocido traductor del Papa, pero el encargo era muy grande y sólo recibió la carta que llevaba pegada atrás, con la garantía de hacerla llegar. “Era el momento de hacer mi parte y tenía que encontrar la manera de hacerlo”, se propuso Melissa hasta que logró ponerle en las manos del Papa Francisco, la hermosa obra.
Melissa está en una lista de personas a los que Oscar López Rivera recibe en la prisión. Ha ido tres veces, la última hace dos semanas.
Esa misma noche le escribió emocionada que había hecho su tarea, hacerle llegar al Papa la petición por su excarcelación y este retrato hecho en la cárcel, hace alrededor de un año atrás, cuando nadie conocía de la visita del Sumo Pontífice a Nueva York.
Oscar, quien lleva treinta y cuatro años como prisionero político en cárceles estadounidenses, doce de ellos en solitario, se había inspirado en la figura del Papa. Justo por sus mensajes de reconciliación y puentes de paz a través del diálogo, afirma Melissa, quien ha encontrado en él (López Rivera) a un hombre profundamente espiritual, con un gran sentido de paz interna que pocos podemos alcanzar.
Así que, fue al final del evento en la Escuela católica Nuestra Señora Reina de los Ángeles. El 25 de septiembre de 2015, en un sector que ella representa, el Barrio de Harlem, y un poco antes de que el Papa Francisco saliera para el recorrido en el Parque Central. Ahí le dio la bienvenida e hizo entrega de la pintura, afirmándole, “la hizo Oscar López Rivera, prisionero político puertorriqueño”.
El papa Francisco la mira fijamente.
-Lo estás visitando, preguntó el papa.
-Sí.
-Por favor, dale las gracias.
-¿Estoy preocupado en esta imagen? Dice con curiosidad su Santidad, al verla detalladamente.
-No, está pensativo. Afirma Melissa.
Francisco responde con una sonrisa, la misma que le dedicó a los niños de Harlem al recordarles que aquí, “bien cerquita hay una calle muy importante con el nombre de una persona que hizo mucho bien por los demás, y quiero recordarla con ustedes. Me refiero al Pastor Martin Luther King. Un día dijo: «Tengo un sueño». Y él soñó que muchos niños, muchas personas tuvieran igualdad de oportunidades. Él soñó que muchos niños como ustedes tuvieran acceso a la educación. Él soñó que muchos hombres y mujeres, como ustedes, pudieran llevar la frente bien alta, con la dignidad de quien puede ganarse la vida. Es hermoso tener sueños y es hermoso poder luchar por los sueños. No se lo olviden” (…)
”Antes de irme quisiera dejarles un homework, ¿puede ser? Es un pedido sencillo pero muy importante: no se olviden de rezar por mí para que yo pueda compartir con muchos la alegría de Jesús. Y recemos también para que muchos puedan disfrutar de esta alegría, como la que tienen ustedes cuando se sienten acompañados, ayudados, aconsejados, aunque haya problemas. Pero está esa paz en el corazón de que Jesús nunca abandona”.
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