¡Habla alto, que casi no te oigo! (#Cuba #EEUU #Madrid)


oidoUn muchacho camina por la calle enajenado de su entorno. Transita por la avenida 23 en un horario del día de mucho tráfico y no parece molestarle el ruido urbano. Casi es atropellado cuando va a cruzar porque “¡Caramba, disculpe, no sentí el claxon!”.

Otro muchacho y su novia, por la acera de enfrente, caminan juntos de la mano pero al mismo tiempo, separados. El amor no es mirarse uno al otro, decía Antoine de Saint-Exúpery, sino mirar juntos en la misma dirección y ellos, aunque lo parezca, no lo comparten porque no se miran, no conversan, más bien marchan a diferentes compases.

Y aquel que va en la guagua, de pie, no se percata de que la señora le pide permiso para pasar, y que necesita que se lo ofrezca con urgencia porque en la próxima parada debe apearse.

¿Qué tienen todos estos muchachos en común? Simplemente llevan en sus oídos unos dispositivos que les permiten aislarse del medio ambiente. Sí, unos audífonos como los que usamos tú y yo cuando queremos escuchar la música que nos gusta y alejarnos, un poco, de los demás.

¿Habrán pensado en algún momento en el daño que puede provocarles esta práctica? ¿Lo has hecho tú?…

Las nuevas tecnologías invaden nuestra cotidianidad y nos la acomodan, sin dudas. El uso de pequeños auriculares es una de esas comodidades, con la que nos sentimos muy a gusto, pues podemos llevar nuestra música a cualquier lugar, ganar en privacidad y mantenernos al margen de lo que nos rodea en ciertas ocasiones.

Sin embargo, la  Organización Mundial de la Salud ha advertido recientemente sobre las pérdidas de audición o los casos de hipoacusia por la exposición al ruido que se están produciendo, con elevada frecuencia, en los jóvenes. Y claro que el ruido ambiental, principalmente en zonas urbanas es la causa principal pero el uso sistemático y prolongado de los audífonos es ya una situación preocupante.

El sistema auditivo humano puede recibir sonidos de entre 70 y 90 decibeles sin ser nocivos y generalmente quienes utilizan audífonos, están exponiéndose a más, lo que condiciona un daño innegable para su salud, afirma la doctora Yanisleydis Alemán Sixto, especialista en I Grado en Otorrinolaringología y trabajadora del Hospital Calixto García en la capital cubana.

El único lugar en la naturaleza donde los sonidos superan los 90 decibeles es en el entorno de las cataratas y allí no existe vida animal superior, lo que constata que los animales se alejan de esos niveles de ruido, como debemos hacerlo los humanos, pues nuestro oído no ha evolucionado lo suficiente como para no afectarse con esas cantidades.

“Pueden provocarse lesiones en el oído interno y derivar en un trauma acústico cuando nos exponemos a ruidos fuertes durante un tiempo prolongado. Por esta razón los trabajadores en las fábricas, en las labores de asfaltado y reparación de calles y en otras esferas, necesitan protectores auditivos y esta es una norma de estricto cumplimiento, a la que además tributa el chequeo médico anual.

“Cuando nos sometemos a un ambiente ruidoso por primera vez como el que puede encontrarse en una discoteca, es común sentir cefalea, ruido en los oídos y sensación de tenerlos taponeados, entre otros síntomas. Estos desaparecen cuando la exposición cesa y el daño desaparece. Si la exposición es constante, como la que puede padecer alguien que trabaje todos los días en este lugar, por ejemplo, se llega a la adaptación y ya los síntomas no se sienten, y con el tiempo, esa persona tendrá una pérdida de la audición que no se recupera, ocasionada por ese trauma acústico”, explicó la doctora.

Teniendo en cuenta lo anterior, añade Alemán Sixto, el mal uso de los audífonos, es decir, frecuente y con un tiempo de exposición prolongado puede llegar a producir daños irreversibles al oído de quien los utiliza, y más aún sí se hace a un volumen elevado.

“Puede instaurarse una hipoacucia neurosensorial que no puede ser eliminada con tratamiento farmacológico y tampoco quirúrgico, pues muchos reproductores de música tienen un alcance hasta de 120 decibeles y exponernos a ello, incluso con audífonos extra-auriculares, puede ser muy peligroso”.

-¿En qué consiste el daño desde el punto de vista fisiológico?

-El sonido recorre un largo camino en milésimas de segundos. Es captado por el pabellón auricular, viaja por el conducto auditivo hasta la membrana timpánica, localizada en el oído medio. Esta estructura vibra, digamos, y esta vibración transformada en impulsos eléctricos se transmite a la cadena de huesecillos (el martillo, el yunque y el estribo), la cual también vibra, se traslada por un sistema de palancas y se sigue transmitiendo hasta las células ciliadas del Órgano de Corti y desde ellas viaja, en forma de estímulo, hasta el nervio auditivo, localizado en nuestro cerebro.

“Si entendemos este viaje del sonido, es fácil percatarse de que una afectación en cualquiera de esas estructuras provocaría un trauma acústico. En el caso del mal uso de los audífonos el daño es constatable en las células ciliadas, propiamente dichas, y también en la mielina, que es la capa protectora de las neuronas encargadas de transportar el sonido hasta el cerebro, según resultados de un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) (Actas de la Academia Nacional de Ciencias) y citado por la BBC”.

-¿Cómo podemos contrarrestar los efectos negativos del uso de los audífonos?

-Se recomienda  utilizar los dispositivos portátiles a un volumen de menos de la mitad de su máxima capacidad y hacerlo también durante un período no mayor a dos horas diarias. En caso de que ya se presenta algún nivel de daño auditivo por esta causa, se debe acudir de inmediato al médico aunque lamentablemente, en la mayoría de los casos, el daño es ya irreversible, por lo que debemos prevenirlo conscientemente.

La galeno, máster en Urgencias Médicas, insiste en que los oídos se tocan con los codos, como dice el refrán. Cuerpos extraños en él siempre serán un factor de riesgo, de ahí la importancia de no introducirnos ningún objeto en su interior, ni siquiera para retirar la cerilla, cuya función bacteriostática y protectora es fundamental.

“Practicar deportes, entrenar, correr o hacer cualquier actividad física usando audífonos puede ser también un problema. Al hacerlo elevamos el nivel de calor en todo el cuerpo y al usar los audífonos impedimos que haya ventilación en los oídos, efecto similar a si usáramos tapones.

“La humedad y el sudor en el conducto auditivo externo contribuye a la proliferación de bacterias y hongos y se incrementa el riesgo de sufrir inflamaciones. Y esto, unido al hecho de que los audífonos son de uso personal y no deben ser compartidos, debe ser tenido en cuenta si queremos siempre tener una escucha de calidad”, concluyó la especialista.

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